Vista Alegre registró, por fin, una poderosa entrada al reclamo de Roca Rey, y Roca Rey respondió a última hora con toda su artillería. Pero el presidente Matías se interpuso en el camino del éxito total. El gentío había acudido en masa no sólo a verlo, sino a verlo triunfar. Lo queréis todo, joder, el público de aluvión y que se amolde a vuestros criterios. O al mío. Que probablemente será el mismo. Muerta la vieja afición de Bilbao, esto es lo que hay. Y más vale esto, que lo de los últimos días. Más inteligente me pareció la máxima figura que el usía, que prefiere presidir un cementerio. Mañana le felicitarán cuatro gatos frente al cabreo global de miles por convertirse en guardián de las esencias y empatar con una oreja la ambición de Roca Rey con el conformismo de José María Manzanares.
Se había reservado el torero que vino del Perú para el último toro, el único cinqueño, el de menos plaza de la desigualona corrida de Victoriano del Río. La gente reaccionó como un resorte porque no sólo había acudido a ver a Roca Rey, ya digo, sino a ver triunfar a Roca Rey. Y además contarlo. RR estuvo listo con un toro noblón con el fondo contado. Golpeó con el arranque de rodillas por cambiados y un epílogo en arrimón a puro huevo. Entre tanto había sido una cuestión más de administración que de toreo, largos los muletazos pero no exigentes. Soltaba el toro tras la ligazón dándole aire. Sin reventarlo por abajo. Hasta el número final. Fue colosal el volapié. Se desbocaron los tendidos. Una oreja y fuerte petición. Matías se atrincheró en la seriedad de Bilbao. Igual así se salva la plaza. Que registró un entradón. Si es por criterio, quizá yo también le doy una; y por la colocación rinconera de la espada. Si es por inteligencia, las dos. Y si comparamos con la faena premiada de Manzanares, igual. Aquí ya no se puede esperar al que quiera más que vuelva mañana, que decía Belmonte. Porque lo mismo no vuelve.
Roca Rey había sorteado un toro bajo, más armónico por fuera pero con las aristas por dentro. Ya se quedó por debajo, aunque esto no fuera indicativo con las frías salidas habidas hasta el momento. Pero fue de otro modo. Ese no salirse de los engaños continuó en la muleta con una embestida seca y por dentro. RR empezó la faena agarrado a las tablas y por alto, que no sé yo la idoneidad. En un par de pases del desprecio conectó con la gente. Y luego sufrió, nunca cómodo, queriendo romper al ejemplar de Victoriano hacia delante. Ese freno de mano puesto, esa transmisión entre la raza y el genio, que finalmente fue genio, complicaron y desarmaron al astro peruano, trabado. Firme pero sin atacar. Por dos veces las muleta perdida, una robada, otra pisada. La faena hincó ahí el pico. Un pinchazo hondo y una voltereta a Antonio Manuel Punta en la rueda de peones.
Había abierto la corrida un toro de fría salida. Despegado del piso, altón, fibroso y largo, tocado arriba de pitones. Sin celo aparente en los capotes, ni empuje en el peto, se fue calentando. Todavía afloran en Victoriano del Río, de vez en cuando, goterones de otras sangres. ¿Atanasio? Su manera de embestir y de darse, abriéndose tanto -ese planeo, la colocación de la cara-, creció en la muleta de José María Manzanares. Que lo toreó largo, templado, sin ajuste ni apretarlo. ¿Y si llega a hacerlo? Faena fácil, elegante, fluida. Un cambio de mano con el sello de la casa casi al final, y ese final del toro desentendido volviendo al principio y a sus orígenes. Una estocada cabal, una oreja.
Pudo redondear con un cuarto que portaba más seriedad que remate y un fondo de nobleza. De quererlo hacer bien. Y pronto. Pues de salida hasta el momento ninguno se había prestado con el capote. Éste sí, y con son. Una templanza cierta. La humillación definida. La madeja de verónicas JMM fue decidida y tersa, más ligada y empacada que volada. El vuelo con ese capote se hace difícil. Las chicuelinas del quite cobraron ritmo, el giro de manos bajas y el toro haciendo así. El compañero abecedario Arruego apuntó el otro día en Gijón con tino "los brotes verdes" de Manzanares. Es posible. Pero con este lote el brote tenía que haber sido un bosque. Buen toro, entonado el torero. Que se rompió más al natural, por abajo. Faltó pasión, sobraron voces. Los cambios de mano multiplicaron la estética como viga maestra. A falta de embroque. Y ambición, caray. Qué conformismo. Es pecado con su condición. Un pinchazo, una estocada contraria, una ovación. Otra para el toro.
Un toro castaño, muy fino, de cabos a hocico, por donde lo mirases, también la cara y la armada. Esa finura se tradujo por fragilidad sin que una cosa fuera consecuencia de la otra. Una carencia del espíritu. Apuntó buen embroque, humillación, pero no se salía de los vuelos y se fue afligiendo conforme transcurría la faena. Alejandro Talavante, que se soltó en un impecable quite por chicuelinas, la construyó con orden, seriedad y extensión de más. Tanto, que a la postre el animal se refugió rajado al hilo de las tablas y le costó matarlo. Tampoco anduvo certero con los aceros en el quinto, un tipo acarnerado y alto, bastote y cabezón -línea Bayones- que descolgó poco y no se dio mucho más. Otro día hablaremos de si engancha o no las embestidas AT.
Ficha
VISTA ALEGRE. Jueves, 22 de agosto de 2024. Tres cuartos de entrada. Toros de Victoriano del Río; serios, desigualones de remate y fondo; destacaron 1º y 4º; y el noblón 6º en el límite.
JOSÉ MARÍA MANZANARES, DE NAZARENO Y ORO. Estocada (oreja). En el cuarto, pinchazo y estocada contraria (saludos).
ALEJANDRO TALAVANTE, DE NEGRO PLATA. Tres pinchazos y estocada. Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo, otro hondo y tres descabellos.. Aviso (silencio).
ROCA REY, DE CALDERO Y ORO. Pinchazo hondo (silencio). En el sexto, estocada rinconera (oreja y fuerte petición).